viernes, 6 de abril de 2007

VI - El griterio

que se escuchaba escaleras abajo lo sacó abruptamente de sus recuerdos, se incorporó del sillón y de tres pasos estaba en el pasillo, Marina llegaba al piso agitada, nerviosa, apenas articulaba palabra por la falta de aire, lo que decía era incoherente pero trató de calmarla para que le contara que pasaba, aún se escuchaban unos golpes cuando Marina alcanzó a decirle que unos hombres se golpeaban en la calle y en un empujón ambos aparecieron luchando en la sala de estar, como no habia forma de pararlos ella corrió escaleras arriba para avisarle mientras Nacho trataba de separarlos...pobre Nacho pensó y corrió a ayudarlo...Ahí estaba con la nariz sangrando por un golpe que no era para él. Los tipos ya casi groguis de sus propios golpes yacían a los pies de Federico mirándolo como pidiendo disculpas por haber tomado demás , sin preguntar siquiera entre ambos los arrastraron a la calle y ahí cerquita de la panadería de la esquina los dejaron.
Pensó en volver a subir pero decidió acompañar a su mujer que aún seguía nerviosa y mientras comentaban con Nacho los sucesos comenzaron a reír al ver que su naríz ya aparecía hinchada.

V- El tío

Roberto leía la carta a la vez que repasaba la figura del joven que tenía enfrente, éste permanecía de pie y con la cabeza gacha, como signo de respeto y obediencia, detuvo la lectura y con su vozarrón le preguntó si habia comido, casi tartamudeando el Fede dijo que no y por un segundo lo miro a la cara, pudo ver en ese muchacho la mirada de su hermana...tanto tiempo sin verse y ahora este joven le traia tantos recuerdos de su niñez; dejó el papel sobre la mesa, lo hizo sentarse, partió un buen pedazo de pan y se lo extendió junto con un trozo de bondiola casera, el muchacho se regocijaba ante el festín improvisado de su tío , poco a poco fue ganando confianza y se atrevió a estudiar los rasgos de ese hombre que apenas conocía ; alto, corpulento, de brazos renegridos por el frondoso vello, su rostro; curtido por el sol ostentaba un bigote grueso pero cuidado y sus ojos...sus ojos lo impresionaron cuando lo miró fijo al entrar, eran de un color negro tan intenso que parecian espejar lo que enfocaban. Finalizó la lectura de la carta y se encontró con la mirada del joven escudriñándolo, con desagrado pero ya resuelto le dijo que irían a buscar a su madre y a su hermana al día siguiente bien temprano, durante la tarde se dedicarían a acomodar un poco el lugar , habia un sector de la casa que estaba casi en ruinas, acomodaron tablones, clavaron maderas y despues de un intenso trabajo habian recuperado un ambiente que otrora debia haber sido una despensa. Roberto miró a su alrededor, sabía que había mucho para mejorar, ahora que volvería a tener mujer la casa todo se vería mas arreglado, desde que Alba habia fallecido , su mujer por 23 años, simplemente dejaba correr los días sin mirar a su alrededor, ahora aparecía ese muchacho con la noticia de la muerte de su cuñado , la desesperacion de su hermana ... sintió que su vida habia girado hacia un ángulo que jamás hubiera imaginado.

IV - La segunda vez

Cuando le contó al Carlitos camino al pueblo durante la mañana del sábado, éste se paró de golpe y reojeándolo pensó para sus adentros que el Fede como él le decia se habia chiflado o lo que es peor se estaba volviendo un maricón, así etiquetaba a esos que andaban por el pueblo y al menor incidente se retiraban de la contienda.
Federico se detuvo también y muy serio lo miró a los ojos, adivinaba lo que estaba pensando...se dio cuenta que no tendría sentido seguir con el tema y largando la carcajada lo convenció de que era una broma; interiormente sabía que acababa de perder la única oportunidad de contarle a alguien lo que sentía y que debería callar de ahí en más...pasara lo que pasara.
Su padre murió una mañana de Abril, en silencio, como el pájaro que cae del árbol en plena ventisca,en las semanas que sigueron toda la casa se sumió en un silencio espectral, él y su hermana Adela hablaban en voz baja para no importunar la tristeza de su madre, en realidad más que tristeza era una tremenda pérdida del norte, la pobre mujer conocía su estado financiero de la peor forma, ya no quedaban víveres y la cuenta en el almacén del pueblo era impagable aún vendiendo los escasos animales que tenían, como si esto fuera poco en la lista de calamidades se ubicaba en primer lugar el tener que desocupar las tierras que alquilaban hacía más de 23 años y que desde 3 que no pagaban. Después de varios días de darle vueltas al asunto decidió mandar a Federico a llevar una carta a su hermano, lo embarcó en el colectivo de las 7 de la mañana y se encomendó a todos los santos para que Roberto, le brindara el auxilio que necesitaba; casa y comida para tres a cambio de trabajo.
Para Fede el viaje sorpresivo era una aventura que jamás hubiera imaginado pero las mariposas que revoloteaban en su estómago mezcla de hambre y miedo no presagiaban nada bueno, cuando se enfrentó a su tío al término de las 5 horas más largas de su vida; entendió el por qué.

III - Al otro día

A la luz del sol el lugar se había vuelto familiar ya no se veian las sombras amenazantes que tanto lo atemorizaron, caminó tranquilo saboreando aún el gusto del café con leche, nada más gratificante que salír de la casa con la panza llena y calentita. Entró al establo, recorrió con la mirada los pocos trastos, todo estaba en su lugar, hasta las alpargatas viejas desparramadas en el apuro, se las puso y preparó al tordillo para arar el último tramo que le quedaba, sabía que a eso del atardecer podría empezar a tirar las semillas para el nuevo maizal. Mientras la tierra se abría a su paso formando el surco su cabeza repasaba los acontecimientos de la noche anterior, no alcanzaba a comprender el por qué de su miedo, si no habia visto nada, sólo su oido conocedor de los sonidos del lugar le advertía que algo pasaba, los resoplidos del animal lo sacaron abruptamente de sus pensamientos, adelante a pocos metros estaba el Carlitos, su compañero de andanzas los fines de semana, iba de pasada rumbo al puesto de la estancia vecina donde trabajaba , se saludaron brazo en alto y poco a poco su figura se perdió en el monte de álamos que dividía el paraje. Faltaba poco para el sábado, sabía que solo con él hablaría de lo que sintió, apuró el paso quería terminar antes de que cayera la nochecita.

II -La primera vez

Desenganchó el caballo del arado que su padre había improvisado, un fierro retorcido que se clavaba en la tierra abriéndola con tres dientes profundos, había que pararse encima y azuzar al caballo para que caminara , tirara con fuerza y llevarlo mas o menos derecho para ir delineando el surco. Cinco horas había estado a pura fuerza y sudor, le dolian los músculos de los brazos y las piernas, a sus dieciseis años era el único mundo que conocía, el del trabajo, además claro de los domingos en el pueblo.
Le dio una refrescada al animal y en el último baldazo sintió que alguien lo observaba, se dio vuelta rápidamente, ya caía la noche y no era para andar haciéndose el valiente, estaba como a trescientos metros de la casa, solo o al menos eso creía...recorrió con la vista los alrededores y no vio nada que le hiciera sospechar la presencia de alguien más. Desechó la idea y se rió para sus adentros de lo cagón que era, a pesar de su metro ochenta casi y su contextura robusta no le agradaba nada la idea de tener que enfrentarse a algun animal , le habían hablado de unos jabalíes en una aguada cercana, y a pesar de haber pocos, la presencia de un puma no sería nada de extrañarse.
Se cambió las alpargatas medio a los saltos, encerró el caballo en el establo, una especie de cerco de troncos de álamo, firmemente atado con alambre, arriba; unas chapas agujereadas clavadas sobre dos tirantes resguardaban al equino de cualquier ataque, le dio de comer, un par de palmadas y cerrando la precaria puerta salió rumbo al rancho. Eligió el sendero que marcaban los eucaliptus, era su preferido por la humedad y el aroma que emanaban, a paso firme sentía el ruido de las ramas que crujian debajo de sus pies...se detuvo, miró alrededor escudriñando ya la oscuridad, silencio, mas que los grillos y algún perro a lo lejos no se escuchaba nada. Apuró el paso, ya se divisaba la luz de la casa al final de la espesura, sentía que el corazón se le salía del pecho, la transpiración le corría por la frente, abrió la puerta con la fuerza de un vendaval, todos se sobresaltaron, con la voz entrecortada y jadeando balbuceo un buenas noches.
Después de refrescarse, se sentó a la mesa familiar, su padre ya había cortado un salamín y le alcanzaba una rebanada sobre el pan, pronto estaría la cena, se sentía reconfortado, el sobresalto habia desaparecido pero le quedaba una sensación que nunca habia experimentado. Miedo...un miedo diferente al que se siente por un animal que puede atacar...miedo a...a no saber qué es...a lo desconocido. Se prometió que al día siguiente no esperaría a la noche para volver a la casa.

CAP I - El estudio

Cuando Federico entró al cuarto sólo vio los muebles que se recortaban en la penumbra, la débil luz que traspasaba la ventana apenas lo dejaba andar a tientas hasta la lámpara del escritorio, la llave de la luz de la entrada no funcionaba hacía ya varios días y ni siquiera habia atinado a desarmarla para ver si era solucionable aún con sus precarios conocimientos, la verdad era que no tenía ganas, le daba igual. Interiormente pensaba que era mejor así, nadie entraría al ver que estaba sin luz, menos las mujeres de la casa. Era su lugar, sin visitas inoportunas ni limpiezas irritantes que dejan todo patas arriba, cada lugar de su estudio guardaba un retazo de su vida, a sus 49 años se consideraba un hombre de experiencia aunque a menudo lo asaltaban recuerdos que lo hacían parecer un niño, nadie sabía de esto, ni siquiera el Dr.Andrade, amigo entrañable, psiquiatra y excelente compañero de truco a la hora de los desafíos en la confiteria del club.
Hace tiempo se había tomado la costumbre de escribír algunos de esos recuerdos, en realidad ya no sabía si eran recuerdos, sensaciones o simplemente su imaginación jugándole una mala pasada. A la luz de esa lámpara ya vieja y oxidada en su base había llorado, reído, expresado su enojo y hasta temido por su razón.
Se sentó en el mullido sillón, era el único mueble relativamente nuevo , por primera vez se planteó seriamente en darle a esa habitación el lugar que se merecía, la de verdadero estudio, en realidad era una especie de desván, de depósito de trastos viejos y él poco a poco la fue haciendo suya, desde hacía unos 9 años todos en la casa sabían que le pertenecía y respetaban su privacidad cuando pasaba horas allí encerrado.Ni siquiera Marina, su mujer, era capaz de invadír ese espacio tan preciado.
Hoy, la angustia...esa opresión que sentía en el pecho le marcaba un rictus en la comisura de la boca que se parecia a la desesperación, acercó la lámpara, enderezó la hoja de papel, tomó la birome y se dispuso a escribir...