viernes, 6 de abril de 2007

II -La primera vez

Desenganchó el caballo del arado que su padre había improvisado, un fierro retorcido que se clavaba en la tierra abriéndola con tres dientes profundos, había que pararse encima y azuzar al caballo para que caminara , tirara con fuerza y llevarlo mas o menos derecho para ir delineando el surco. Cinco horas había estado a pura fuerza y sudor, le dolian los músculos de los brazos y las piernas, a sus dieciseis años era el único mundo que conocía, el del trabajo, además claro de los domingos en el pueblo.
Le dio una refrescada al animal y en el último baldazo sintió que alguien lo observaba, se dio vuelta rápidamente, ya caía la noche y no era para andar haciéndose el valiente, estaba como a trescientos metros de la casa, solo o al menos eso creía...recorrió con la vista los alrededores y no vio nada que le hiciera sospechar la presencia de alguien más. Desechó la idea y se rió para sus adentros de lo cagón que era, a pesar de su metro ochenta casi y su contextura robusta no le agradaba nada la idea de tener que enfrentarse a algun animal , le habían hablado de unos jabalíes en una aguada cercana, y a pesar de haber pocos, la presencia de un puma no sería nada de extrañarse.
Se cambió las alpargatas medio a los saltos, encerró el caballo en el establo, una especie de cerco de troncos de álamo, firmemente atado con alambre, arriba; unas chapas agujereadas clavadas sobre dos tirantes resguardaban al equino de cualquier ataque, le dio de comer, un par de palmadas y cerrando la precaria puerta salió rumbo al rancho. Eligió el sendero que marcaban los eucaliptus, era su preferido por la humedad y el aroma que emanaban, a paso firme sentía el ruido de las ramas que crujian debajo de sus pies...se detuvo, miró alrededor escudriñando ya la oscuridad, silencio, mas que los grillos y algún perro a lo lejos no se escuchaba nada. Apuró el paso, ya se divisaba la luz de la casa al final de la espesura, sentía que el corazón se le salía del pecho, la transpiración le corría por la frente, abrió la puerta con la fuerza de un vendaval, todos se sobresaltaron, con la voz entrecortada y jadeando balbuceo un buenas noches.
Después de refrescarse, se sentó a la mesa familiar, su padre ya había cortado un salamín y le alcanzaba una rebanada sobre el pan, pronto estaría la cena, se sentía reconfortado, el sobresalto habia desaparecido pero le quedaba una sensación que nunca habia experimentado. Miedo...un miedo diferente al que se siente por un animal que puede atacar...miedo a...a no saber qué es...a lo desconocido. Se prometió que al día siguiente no esperaría a la noche para volver a la casa.

1 comentario:

Recursos para tu blog - Ferip - dijo...

Por que la oscuridad genera temor...????

Somos tan dependientes de la vista, no? La descripción me transportó a mi terruñi natal: Tandil.

Los eucaliptus perfuman así, sin pedir permiso...

Un conocido paisaje telúrico...