viernes, 6 de abril de 2007

III - Al otro día

A la luz del sol el lugar se había vuelto familiar ya no se veian las sombras amenazantes que tanto lo atemorizaron, caminó tranquilo saboreando aún el gusto del café con leche, nada más gratificante que salír de la casa con la panza llena y calentita. Entró al establo, recorrió con la mirada los pocos trastos, todo estaba en su lugar, hasta las alpargatas viejas desparramadas en el apuro, se las puso y preparó al tordillo para arar el último tramo que le quedaba, sabía que a eso del atardecer podría empezar a tirar las semillas para el nuevo maizal. Mientras la tierra se abría a su paso formando el surco su cabeza repasaba los acontecimientos de la noche anterior, no alcanzaba a comprender el por qué de su miedo, si no habia visto nada, sólo su oido conocedor de los sonidos del lugar le advertía que algo pasaba, los resoplidos del animal lo sacaron abruptamente de sus pensamientos, adelante a pocos metros estaba el Carlitos, su compañero de andanzas los fines de semana, iba de pasada rumbo al puesto de la estancia vecina donde trabajaba , se saludaron brazo en alto y poco a poco su figura se perdió en el monte de álamos que dividía el paraje. Faltaba poco para el sábado, sabía que solo con él hablaría de lo que sintió, apuró el paso quería terminar antes de que cayera la nochecita.

1 comentario:

Recursos para tu blog - Ferip - dijo...

Cuántas veces los Carlitos aparecen para desahogar nuestras sensaciones....

Será que en el campo hay poca gente o será que hay pocos Carlitos???
:)