miércoles, 2 de enero de 2008

XII- Comienzan los preparativos

Detrás de la puerta se escuchaba una mezcla de llanto y rezongo, Mariel se detuvo antes de tocar tratando de adivinar cómo sería la imagen que vería al entrar al cuarto...sin pensar más tocó...una voz gruesa, irreconocible le contestó:
-quién es?...
.Un carraspeo...
-adelante- reconoció ya la voz de su hija-

Avanzó hacia la cama donde Adela se refregaba los ojos queriendo borrar las huellas de las lágrimas.

Por primera vez en años la abrazó, al principio parecía que iba a retroceder ante esa muestra inusual de cariño de su madre pero se dejó...como un animalito herido e indefenso se dejó acariciar la cabeza, sin palabras, nada más que el simple acto de acariciar se sintió reconfortada.
Su mente se fue muy lejos, a esos años de su niñez cuando su madre la tumbaba sobre su regazo y lenta, pausadamente le acariciaba el cabello, la espalda, esa ternura que ya habia olvidado la invadió de repente.
Qué habia pasado?...En qué momento se habían distanciado tanto?...Por qué últimamente parecían enemigas?...

Nuevamente el cuerpo juvenil ajustó la tensión, como si un dispositivo hubiera accionado todos sus nervios se incorporó, la miró a los ojos...habia desaparecido la niñita indefensa, la adolescente irascible habia vuelto...Mariel la miraba; sus ojos negros, profundos desafiaban de frente.
Calmadamente, con voz pausada le dijo que el tema de los invitados era sencillo de solucionar-el gesto de Adela se aflojó-se incorporó y recorriendo la habitación mientras hablaba le dijo que lo dejara en sus manos que aún conservaba amigos de la zona que tenian hijos o hijas de su edad.

Imperceptiblemente Adela sonrió.

Los días siguientes fueron el comentario de todo el lugar, tanto Roberto como Mariel cursaban las invitaciones para la que sería la fiesta más prometedora del pueblo, nadie quería perdérsela por un motivo u otro se había trasnformado en el evento social de chisme obligado en la peluqueria, el almacén o el consultorio del dentista.

Mariel poco a poco fue recuperando su sociabilidad, con la excusa de la fiesta de su hija contrató servicio de pastelería, dos mucamas más y la casa iba tomando un movimiento festivo que Roberto no veía desde la época de su juventud, internamente se sentía como pez en el agua.

Ni Adela imaginaba en las más delirantes de sus elucubraciones semejante despliegue, las visitas a la modista para su vestido fueron su mayor desvelo, por primera vez valoró la compañía y asesoramiento de su madre, advertía su buen gusto y el respeto de la modista al consultarla , en varias conversaciones entre ellas escuchó como la mujer le preguntaba de París y se sorprendió al saber que la juventud de su madre habia transcurrido entre viajes y fiestas de la alta sociedad europea. No podía dejar de preguntarse cómo había vuelto a "enterrarse" en este pueblucho, solamente abandonaba esos pensamientos para contemplar embelesada los detalles de su vestido.