martes, 5 de junio de 2007

IX- Adela y su madre

No habia que dejar enfríar el tema...así que a las 5 de la tarde del día siguiente literalmente "arrastró" a su madre calles abajo rumbo a la escuela de adultos, fue un trámite simple practicamente con decir que era la sobrina de Roberto Mendez Larsen estaba todo arreglado, ya de vuelta su madre caminaba en silencio como mirando al vacio, de reojo podía ver como esa mujer deslucida por la vida miserable del campo había sido otrora una distinguida damisela..."una Mendez Larsen" venida a menos por una mala elección, era Mariel Mendez Larsen pero se había enamorado del hombre equivocado...ella no permitiría que eso le pasara, su ambición no era conocida por nadie, ni su propia madre sabia del torbellino que gestaba en su interior, cómo se sentía maravillada por los escaparates atisborrados de ropa y accesorios, un gran abismo las separaba...la madre habia abandonado todo por amor; lujos, viajes, educación, status...la hija lo ambicionaba todo de una forma enfermiza...sin límites ni códigos...sólo necesitaba la oportunidad...ella haría el resto.
Los días trancurrían mansos, poco a poco fue incorporándose a la vida de ciudad, por las mañanas ayudaba en los quehaceres de la casa, la comida; después del almuerzo completaba alguna labor o tarea escolar y por la tardecita concurría a la escuela...en poco tiempo se había puesto a la altura de sus compañeros, tal era su empeño en superarse.
La maestra viendo su interés la motivaba con nuevas lecturas, incluso la ayudó con algunos modales que ella ni siquiera conocía, interiormente Adela estaba enojada con su madre pues ella jamás te habia dedicado tiempo para que ella aprendiera a ser una "damita", no se explicaba donde había ido a parar todo ese refinamiento en el que su madre se habia educado.
No tardó en llegar el momento en que se verían enfrentadas, a cada momento Adela le hacía notar a su madre lo tosca que se había vuelto, vencida y desgastada , Mariel apenas respondía a los embates de la muchachita que cada vez eran más osados, esa mirada de ternura era lo que más enloquecía a su hija, esa mansedumbre con que le respondía exasperaba a la joven hasta el delirio sólo un hecho hacia reaccionar a su madre...y era la proximidad de su hermano.
Cuando él estaba en la casa, además de servirle como era lo pactado, ella le hablaba dulcemente; era como si se transformara en otra persona...cada vez se notaba más ese cambio, hasta Federico en su indiferencia general lo comentó casi al pasar en su oido mientras esperaban el almuerzo...lo que no alcanzaban a dilucidar era si eso les agradaba o no.